Mompox, un destino de experiencias

Fundada entre 1537 y 1540, Mompox es reconocida principalmente por su valor histórico, lo que le valió en 1995 la declaratoria de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Pero el municipio bolivarense también esconde otros secretos en torno a su gastronomía, sus oficios y, sobre todo, su gente. Le contamos cómo llegar (bastante fácil con la aerolínea Satena) a esta centenaria población y cómo disfrutarla de la mejor manera.

Visitar el municipio de Santa Cruz de Mompox, en el departamento de Bolívar, ya no tiene que ser una travesía de seis horas desde Cartagena. No hay que atravesar los Montes de María, ni los turistas tienen que embarcarse con sus maletas en chalupas para llegar a esta emblemática estampa histórica de Colombia. Hoy basta adquirir un tiquete con Satena desde Bogotá con destino a Corozal (Sucre) y después de un trayecto por carretera de más o menos dos horas los viajeros entrarán en contacto con la Colombia profunda y la calidez de la cultura del litoral Caribe. Los vuelos tienen lugar los lunes, miércoles y viernes.

¿Pero qué tiene de especial Mompox? ¿Por qué ha sido objeto de interés de miles de turistas extranjeros que durante años no repararon en obstáculos para visitarla? Aunque cada viajero tiene, seguramente, sus propios motivos, la respuesta quizás pueda sintetizarse en una sola palabra: autenticidad. Mompox no solo parece un pueblo detenido en el tiempo, sino que, para un observador atento e imaginativo, se convierte en una visión certera del Macondo de Cien Años de Soledad.

Su acentuada cultura costeña, la vida tranquila y sin afanes de sus habitantes y la evocación de sus calles y casonas a la sombra de samanes, ceibas y orejeros entre muchas otras especies de árboles, llevan a sus visitantes a un estado de tranquilidad y sosiego que contrasta con el calor abrasante. Por eso, entre el medio día y las cuatro de la tarde, lo mejor es refugiarse en la frescura de sus hostales, en las terrazas a la sombra de los árboles, y ver pasar los perros, gatos, cientos de aves, iguanas, refrescarse con un jugo de corozo helado mientras se ven correr las aguas del brazo derecho del río Magdalena.

Esa es quizás la principal promesa de Mompox. Desconectarse de la vida urbana, interactuar con sus habitantes y sumergirse en la cotidianidad de la vida de un pueblo. Por supuesto, eso no es todo. Durante un fin de semana largo, los viajeros también podrán sumergirse en algunos de los oficios más emblemáticos momposinos, adentrarse en el rio y conocer la historia desde otra perspectiva. No menos importante, podrán comer muy bien.

Y es que la cotidianidad rural no quita que el municipio cuente con una destacada oferta gastronómica que el propio turista descubrirá a medida que camine por sus calles. Mojarras y bocachicos, queso de capa, jugo o vino de corozo, carimañolas y empanadas con suero, butifarras, además de fusiones de gastronomía internacional, están a la orden del día en las calles de Mompox.

Historia y cultura desde otra perspectiva

En Mompox el patrimonio histórico está a flor de piel. No hay que descubrirlo, sino que se duerme en él. Buena parte de los 65 alojamientos legales (es decir, tienen Registro Nacional de Turismo o RNT) son casonas centenarias con patios internos abarrotados de plantas y atendidos por locales, lo que hace que el viajero se sienta más de visita en una casa antigua que en un hotel convencional.

Ya afuera, recorrer la Albarrada (calle paralela al rio) se convierte en uno de los paseos más atractivos y recurrentes. Allí están muchos hoteles, restaurantes,  kioscos, así como el muelle para zarpar hacia la Ciénaga de Pijiño en donde se pueden apreciar alrededor de 300 especies de aves (muchas de ellas migratorias) o simplemente ver el atardecer a bordo de un planchón turístico.

En las calles paralelas y perpendiculares se erigen las iglesias, uno de los tesoros históricos de Mompox. Entre sus monumentos más relevantes están la Iglesia de Santa Bárbara (1613), Iglesia de San Francisco (1560), Iglesia de San Juan de Dios (entre 1630 y 1650), Iglesia de la Concepción (1540), Iglesia de Santo Domingo (1544), el Claustro de San Carlos (hoy la Alcaldía Municipal) y  el Cementerio, este último poblado de gatos, lo que convierte en un deleite para los amantes de los felinos.

Pero una cosa es recorrer estos atractivos sin orientación, con el ojo distraído de un turista, y otro en compañía de guías locales que conocen a fondo los símbolos e íconos de estas construcciones, así como la historia que en ellas subyace. Los expertos locales ubican al viajero en un contexto histórico y religioso que les permite entender y dimensionar porqué Mompox es cómo es, porqué se conservó así y porqué es tan importante en la historia de Colombia.

Además, las agencias locales ofrecen tours en los que el turista conoce de primera mano los oficios más representativos del pueblo. Uno de ellos es la filigrana. Se trata de una técnica de origen árabe derivada de la orfebrería que produce joyas con hilos de oro o plata. La técnica fue traída por los españoles, particularmente por andaluces y sevillanos, territorios ibéricos con una profunda influencia mora, y cuyos migrantes se radicaron con mayor intensidad en Mompox.

Con toda esta oferta turística y cultural, y una excelente conectividad aérea y terrestre, Mompox se revela como un destino nacional predilecto en estos tiempos de reactivación turística. Valga decir, tanto los hoteles, restaurantes y lo más importante, la población local, cumplen a cabalidad con los protocolos de seguridad para hacer de toda esta experiencia un viaje seguro.

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